SM Francisco I, Rey de las Dos Sicilias
Después del largo reinado de Fernando, el de su hijo Francisco fue muy breve, sólo cinco años, y quizás, entre los soberanos de Casa Borbón de las Dos Sicilias, éste fuera el menos determinante de todos.
Nacido en Nápoles el 14 de agosto de 1777, falleció también en Nápoles el 8 de noviembre de 1830. En 1778, a causa de la muerte de su hermano mayor Carlos Tito, heredó el título de Príncipe heredero y Duque de Calabria. En 1797 se casó con la archiduquesa de Austria María Clementina, hija del emperador Leopoldo II, con la que tuvo una hija, Carolina. Fallecida María Clementina en 1801, se casó con María Isabela de España, hija del Rey Carlos IV de Borbón con la que tuvo doce hijos, algunos de los cuales se casaron con soberanos.
Se dejó dominar por la reina, su madre y sólo durante la estancia en Sicilia cuando Murat ocupaba el Reino, reveló su carácter. En efecto, fueron éstos años difíciles y la Corte padeció la influencia de la potencia inglesa, especialmente de Lord Bentick, cuya política contrastó plenamente con la de María Carolina, hasta tal punto que Bentick logró imponer a Fernando el destierro a su mujer y dejar el gobierno a su Francisco, nombrado vicario del Rey.
Francisco promulgó la Constitución de 1812 en Sicilia; pero hace falta tener presente la complejidad de la situación: en estos años los ingleses hicieron de patrones sea porque ayudaban a los Borbones en la guerra contra Murat o porque tuvieron el apoyo de la nobleza siciliana autonomista.
En noviembre de 1813 Bentick deja la isla. Fernando retomó el control de la situación, pero dejó a Francisco como lugarteniente, mientras que él se volvía a Nápoles después de la caída de los napoleónicos. El Duque de Calabria se quedó en Sicilia hasta 1820, año del movimiento carbonaro constitucionalista; El padre le llamá a Nápoles para confiarle la regencia mientras éste se trasladaba a Lubiana para pedir ayuda a la Santa Alianza.
Francisco consiguió entenderse con los revolucionarios y aceptar la Constitución, pero siempre en espera del devenir de la situación general en favor de la causa borbónica.
A la muerte de su padre en 1825 heredó la Corona. Tenía 48 años.
El reino breve
Hombre religioso y tranquilo. Otorgó amnistía a los soldados desertores y delincuentes. Luego conmutó la pena de cadena perpetua en la de cadena de hierro, redujó las condenas detentivas excepto a los condenados por robo.
Concedió audiencia a todo, por cuanto posible, y por cuanto posible trató de acordar a las muchas necesidades que le exponían.
En seguida quiso ir a Milán con la Reina para conseguir que las fuerzas austríacas, presentes desde el 1820, dejaran finálmente el Reino, lo que ocurrió en 1827, con grande ventaja económica para el gobierno y los sujetos.
Al nacimiento del hijo, el conde de Trápani, en 1827, dio amnistía completa por todos los que estaban bajo juicio (comprendidos a los condenados políticos: disminuyó las penas de muerte impuestas a algunos carbonarios y conjurados), también prodigando perdón a los desertores y refractarios al servicio militar.
Solemos considerar a Carlos el primer Rey de Nápoles de la dinastía borbónica, y efectivamente él es indudablemente el gran restaurador del Reino. Pero en realidad, como hemos visto en precedencia, el primer soberano de la dinastía fué su padre Felipe V en el momento en que ascendió al Trono de Madrid en el 1700. Durante los hechos de la larga Guerra de Sucesión española ocurrió luego que Felipe, aunque vencedor de la guerra y por lo tanto soberano efectivo de España, perdió en el 1707 el virreinato de Nápoles y Sicilia a favor de los Habsburgos de Austria, que lo mantendrán hasta 1734, año en el cuál Carlos de Borbón, hijo de Felipe V y su segunda mujer Isabel de Farnesio, conquistó, con el apoyo diplomático de la madre, el virreinato napolitano asumiendo el título de Carlos Rey de Nápoles, restableciendo la autonomía del Reino de Nápoles, una nación independiente y soberana.
Aumentó la flota, instauró compañías de seguros para facilitar el comercio marítimo, extendió y mejoró la industria (instauró premios y exposiciones bienales) y favoreció el nacimiento de un fábrica de paños que dio trabajo a miles de personas del Reino.
En esta empresa empleó también a presos, que pudieron remendar sus penas mediante el trabajo honesto. También hizo un tratado comercial con Turquía para conseguir para las embarcaciones napolitanas el tránsito libre por los Dardanelos.
A pesar de la difícil situación económica, favoreció la agricultura, secó lagos, erigió el Puente de las Azucenas cerca de el de la Magdalena, construyó el Edificio del Ayuntamiento, con 800 habitaciones y 40 pasillos, construyó calles, recomenzó con rapidez las excavaciones de Pompeya, aprobó disposiciones en favor de los estudios de los papiros de Ercolanode las escuelas de dibujo y baile, abrió hospitales, fundó en Palermo un orfanato e instituyó el orden Caballeresco de Francisco I para los méritos, civiles y militar, y especialmente culturales.
Desgraciadamente también él debió padecer tentativos revolucionarios, como en el Cilento, duramente y fácilmente oprimidos, también porque, como siempre, sin ningún serio séquito popular. Antes de morir, curó la economia siciliana; así Giuseppe Coniglio comenta: «Fué una útil medida porque estableció la imposición fiscal y dio a los sujetos la certeza que no habría sido aumentada al menos por una década» [G. CONIGLIO, I Borboni di Napoli, Corbaccio, Milano 1999, p. 327.].
También probó asegurarle al segundogénito el Trono de Atenas, pero a pacto que los griegos le hubieran permitido de mantener la fé católica, o de otro modo con una despensa especial del Papa. Aunque luego no se hizo nada.
Murió justo mientras en Europa recomenzaron las revoluciones, en 1830 (año en que la rama francesa de los Borbones perdió el Trono); dejó al joven hijo, apenas veinteañero, una difícil herencia…
…¡ Pero el hijo supo bien estar a la altura!